Leo esta entrada en el Huffpost y me parece muy acertada y en la línea de cómo vivimos la sexualidad en casa y la idea de cómo hemos de tratar estos temas más allá de los tabúes y el "modelo" con el que tuvimos que aprender y espabilar los de mi generación, con honrosas excepciones. Ya ni te cuento cómo les fue en la generación de nuestros padres y madres o abuelos y abuelas. Si has tenido la suerte de que te hagan confidencias tus ancestras, sabrás de lo que estoy hablando.
Por eso copio íntegro el texto que me parece estupendo compartir y tener en este blog para que empecemos a crear nuevas maneras más sanas de educar y vivir eso tan intrínseco a los seres humanos que es la sexualidad. Porque una buena educación sexual abre puertas a una vida sana y normalizada.
El texto lo he encontrado publicado en el Huffington Post de 13 de agosto de 2014. Su autora Lea Grover, y la traducción de Marina Velasco Serrano.
Enlace a la noticia original en el Huffpost
"Volvió a ocurrir. Estaba sentada en la mesa con mis hijas y me di cuenta de que la niña se estaba hurgando debajo de la falda.
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Lea Grover, escritora, mami y
blogger . |
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"No
jugamos con la vulva en la mesa. Ve a lavarte las manos y termina de
cenar", la regañé. Ella asintió, corrió a lavarse las manos y acabó con
su cena.
Los niños pequeños se tocan. Mucho. Les resulta
fascinante. Cuando eres niño, no tienes sentido de la vergüenza, del
asco, ni del miedo a tu cuerpo. Tu cuerpo es lo que es. Hace lo que
hace. Y todo lo que hace es sorprendente, porque no eres lo
suficientemente mayor para sentir dolor lumbar. No es sexual... es un
hecho.
La primera vez que pillé a mi hija jugando con sus
genitales, no le dije absolutamente nada. Por un momento, me sentí
paralizada por la indecisión. Estaba convencida de que no quería
gritarle "¡no!" ni "¡para!". ¿De qué podía servirle si la regañaba?
Obviamente, la situación era violenta y me sentía incómoda al ver a mi
hija haciendo eso en el suelo del salón, pero ¿acaso tenía que enseñarle
a temer o a ignorar su propia vagina?
Estuve pensándolo dos días sin parar, y al poco tiempo me dio una segunda oportunidad para reaccionar.
"Cariño,
no se juega con la vulva en el salón", le dije. Lo cual sonó ridículo y
extraño, pero verdadero, sin duda. "No pasa nada por tocarte la vulva,
pero es algo privado y las personas tienen privacidad. Los únicos
lugares en los que puedes tocarte la vulva son el baño y el dormitorio.
Si quieres jugar con tu vulva, por favor, hazlo en tu cuarto".
Ella
sonrió y lo hizo, sin preguntar nada, porque lo de asociar una
actividad a un lugar concreto funciona muy bien con los niños pequeños.
"No
se come en el baño y no nos tocamos la vulva en el salón" se convirtió
en el nuevo mantra. Y al final, pasó a ser: "No nos tocamos la vulva en
la mesa".
Se puede decir que tengo una visión positiva acerca de
la sexualidad. Esto no significa que le cuente a mis hijas de 4 años lo
espectacular que es el sexo. Simplemente, no hago que parezca algo que
no es.
Como padres, mentimos todo el tiempo. Desde el Ratoncito
Pérez y los Reyes Magos, hasta lo que pueden durar 10 minutos, pasando
por si nos acordamos o no de que querían volver a cenar queso frito...
Mentimos mucho. Sobre el sexo, sin embargo, no miento.
No quiero
que crezcan avergonzadas por su cuerpo o confundidas sobre su
funcionamiento. No les cuento nada de cigüeñas, sino que hago el
esfuerzo de ser sincera sobre la reproducción humana. Y sobre todo lo
que implica.
He hablado con muchas madres sobre la famosa
charla.
No creo que mis hijas y yo tengamos esa conversación en particular,
porque ellas ya lo saben. Hablamos sobre el tema a menudo; los niños se
obsesionan con facilidad. Leemos libros explicativos que cubren todos
los aspectos. Podemos hablar sobre abortos y cesáreas, porque también
forman parte de la historia de los nacimientos, y podemos hablar de que
mamá y papá se siguen acostando. Cuando sean más mayores, empezaremos a
hablar sobre los anticonceptivos.
Mentir a tus hijos sobre el
sexo no ayuda a nadie. Contarles que el sexo "sólo ocurre entre mamás y
papás" es una mentira que lleva a la confusión de los adolescentes con
las hormonas revueltas. Contarles que el sexo "sólo es algo que ocurre
entre personas que se quieren mucho" es una mentira que hace que esos
adolescentes con las hormonas revueltas confundan
amor con
ganas y
obsesión.
Conlleva al falso silogismo: "Si me acuesto con esta persona, debe ser
que estamos enamorados". O peor aún: "Si estoy enamorado de tal persona,
tengo que debo tener relaciones sexuales con él o con ella". ¿Cuántas
tragedias de adolescentes empiezan con esta idea equivocada?
Lo
cierto es que a (casi) todos los seres humanos nos gusta el sexo. Está
bien. Así debe ser, pues, si no lo fuera, sería el fin de la raza
humana. Lo cierto es que el sexo no es algo especial o mágico sólo
porque sea sexo. Lo cierto es que puedes tener sexo espectacular con
desconocidos y ni siquiera conocer su nombre. Lo cierto es que, sólo
porque puedas, no significa que necesariamente debas hacerlo.
En
esto consiste la crianza con una visión positiva acerca de la
sexualidad. No contar mentiras sobre el sexo a mis hijas para que eviten
comportamientos que no considero saludables. Consiste en contarles la
verdad, la verdad por completo, y dejar que experimenten por sí mismas
para que puedan tomar decisiones correctas.
Consiste en
contarles que el sexo es bueno, pero que puede ser peligroso si no
tienes cuidado. Consiste en enseñarles a pedir a sus compañeros que
utilicen condones, y a comprar sus propios condones si planean tener
relaciones. Es enseñarles que aunque el sexo sienta bien, pueden
aprender también a sentirse bien por sí mismas (pero no en la mesa de la
cocina). Es explicarles que el sexo combinado con amor es el mejor tipo
de sexo, el trascendente, que crece del amor y crea una intimidad casi
imposible de encontrar en otro lugar; que el sexo no siempre es así,
aunque sea con una persona a la que amas. Que el sexo puede acabar en
embarazo, aunque sea con protección, así que te comprometes a asumir las
consecuencias.
Consiste en contarles que no son malas ni
pecaminosas por experimentar sentimientos sexuales. Ni por acostarse con
alguien. Se trata de enseñarles que el sexo pasa, independientemente de
si la gente toma buenas o malas decisiones. Consiste en darles las
herramientas para garantizar que cuando estén preparadas, sean
inteligentes, precavidas y conscientes.
Hay muchas comparaciones
en una escala de grises en lo que a la educación sexual se refiere.
Algunas personas piensan que una vez que los niños llegan a la pubertad,
si no tienen mucho miedo al sexo, practicarán todo lo que puedan y
cuantas veces puedan. Hay mucha educación sexual basada en la
abstinencia, que consiste en advertir a los niños que EL SEXO DA MIEDO,
QUE NO LO HAGAN, aunque
parece que se trata del programa con menos éxito que nunca nadie haya inventado.
Explicar a los niños la verdad sobre el sexo no consiste en darles
permiso para que lo hagan (y esta es la parte más importante), porque
cuando llegue el momento adecuado, nadie tendrá derecho, aparte de ellos
mismos, a impedírselo.
Esto es lo que trato de recordar cuando
les digo cosas como: "No nos tocamos la vulva en la mesa". El sexo es
algo que SÓLO ocurre cuando las dos personas QUIEREN que ocurra. Esto
significa que las únicas personas del mundo entero con potestad para
hablar sobre si mis hijas tendrán relaciones sexuales o no son mis
propias hijas.
No les voy a decir si deben o no tener sexo, pero
tampoco les voy a decir que no pueden. Son ellas las responsables. Su
cuerpo, su decisión.
No quiero ser la que siente un precedente
para que otra persona llegue a decirles qué hacer con su cuerpo,
especialmente en lo que a su sexualidad se refiere. No quiero ser la
puerta de entrada para que llegue un novio manipulador y maltratador en
potencia.
Así que pongo límites. Lugares apropiados. Higiene.
Enseño a mis hijas que pueden tocar su cuerpo sin pedir permiso. Cuando
empiezo a picarlas y me dicen "para", yo me paro.
Y cuando hablamos sobre alguna amiga embarazada, hablamos sobre úteros y esperma y óvulos.
La
mayoría de las veces, no resulta incómodo. La mayoría de las veces,
verifico la información y la conversación dura 15 segundos.
Algún
día, la conversación se pondrá bastante más fea. Algún día, tendremos
que hablar sobre la violación, el consentimiento explícito y entusiasta,
y la anticoncepción. Algún día, tendremos que hablar sobre masturbación
saludable y pornografía y expectativas realistas sobre el sexo y las
parejas sexuales, y sobre la imagen corporal y la falta de vergüenza de
nuestro cuerpo. Estas conversaciones no van a ser tan breves ni tan
directas.
Pero estoy preparada. Cuando llegue el día, voy a estar lista. Porque ya he realizado el trabajo preliminar.
"No
nos tocamos la vulva en la mesa". Es absurdo, pero todas las piezas son
importantes. Es una pequeña lección sobre la seguridad y el
consentimiento y la propiedad social. No creo que sea capaz de decir
seriamente: "La virginidad no se pierde en el asiento de atrás de un
coche después de una fiesta de fin de curso", sino más bien: "Para tener
relaciones sexuales hay que pensárselo muy bien antes y, ante todo, si
estáis decididas, hay que hacerlo con cuidado y protección, con total
seguridad en la madurez de la pareja y en nuestra capacidad de asumir
las repercusiones si contraemos una enfermedad o nos quedamos
embarazadas".
Es la verdad.
Me gusta pensar que cuando
llegue el momento, yo seré parte de esas afirmaciones y consejos. Si soy
capaz de decir a mis hijas que "debemos" tener cuidado, ellas sabrás
que, a pesar de lo que suceda, sigo estando de su lado. Que estaré para
apoyarlas. Aunque
cometamos errores, seguiré a su lado para ayudarlas a que vuelvan a hacer bien las cosas.
Este texto se publicó originalmente en Becoming SuperMommy.
Traducción de Marina Velasco Serrano"
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